El temor paraliza y aplasta. Es como el moho, que se desarrolla más fácilmente en la oscuridad. Por eso lo esencial es colocar nuestros temores a la luz de la victoria de Cristo y examinarlos bajo su claridad. Porque el que murió es el Vencedor; resucitó y fue exaltado hasta lo sumo en la gloria de las alturas. Nada escapa a su poder. Está muy cerca de nosotros y nos dice: No temas, como lo dijo tantas veces a sus discípulos mientras estaba con ellos en la tierra.
Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo Mateo 28:20.
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