Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lucas 2:11-12.
Sí, Dios se hizo hombre, pero no nació en Roma, la capital del Imperio, ni en la ciudad real de Jerusalén, sino en una insignificante aldea: Belén. Ni siquiera nació en la modesta posada de ese pequeño pueblo: “No había lugar para ellos en el mesón”. Aquel cuyas “salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2), fue acostado en un pesebre.
La encarnación del Hijo de Dios es un milagro sumamente grande, al que sólo podemos contemplar con asombrada adoración. El modo en que se efectuó la encarnación es tan maravilloso como el hecho en sí. Él, quien es el Dios eterno, se hizo hombre y vivió en la pobreza para revelarnos a Dios el Padre en su vida. Su abnegada entrega y perfecta obediencia lo llevaron finalmente a morir en la cruz para cumplir la obra de redención a favor todos los seres humanos.
Que el Señor Jesus entre a sus casa y a sus corazones, y que estas navidades esten llena de dicha y felicidad, Feliz Navidad y un prospero Año Nuevo.
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