En el libro de Nehemías los levitas nos invitan a expresar la alabanza. Cuando los creyentes se reúnen para alabar y adorar a Dios, deber ser conscientes de la grandeza de Aquel que quien se dirigen. La exaltación del nombre de Jesús, nuestro Dios Salvador, nos invita a ser humildes ante la excelencia de Su persona revelada en la Escritura. Citamos algunas circunstancias particularmente llamativas:
- Grande cuando su nacimiento fue anunciado a María: “Llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísmo” Lucas 1:31-32
- Grande cuando, aunque Salvador del mundo, estuvo acostado en un pesebre como un recién nacido envuelto en pañales: su venida fue motivo “de gran gozo” Lucas 2:10-12
- Grande cuando se unió al pueblo arrepentido y fue bautizado. Juan el Bautista dice de él: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo” Marcos 1:07
- Grande cuando, cansado, se sentó junto al pozo de Sicar: “¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob?”, le preguntó la mujer samaritana, y luego se convenció de ello (Juan 4:12)
- Grande aún cuando se entregó, diciendo: “YO soy”, y los soldados y alguaciles que habían venido a prenderle retrocedieron y cayeron a tierra Juan 18:06
- También es grande en su amor por los suyos. Qué contraste entre su máxima humillación –su muerte voluntaria- y la grandeza de su gloria. “Toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” Filipenses 2:06-11.
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