Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. Llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
Mateo 5:37 y 9:28.
“Sí” y “no” son dos palabras monosílabas, pero tanto la una como la otra tienen un poder extraordinario.
Un “no” dicho con resolución, un no definitivo, es un arma eficaz contra la tentación. Ha sido comparado a una roca en el mar, que resiste a la fuerza de lasolas. El “no” de la fe, por obediencia a la Palabra de Dios, y tras orar para pedir la fuerza de lo alto, es irresistible. Sepamos decir “no” a lo que no está bien. “Moisés… rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón” (Hebreos 11:24). Abraham rehusó los regalos envenenados del rey de Sodoma (Génesis 14:22-23). José rechazó la iniciativa de la mujer de su amo (Génesis 39:7-8).
Pero también es importante decir “sí” al bien, a “todo lo que es verdadero… justo… puro… amable, todo lo que es de buen nombre” (Filipenses 4:8). Es necesario que cuando el Señor nos ordena seguirle, le respondamos con el “sí” de la obediencia alegre.
Sí, no. La vida siempre tiene un lado negativo y otro positivo: resistencia y defensa por un lado, valentía y progreso por el otro. Pero nuestro corazón es astuto y doble, y la táctica de Satanás siempre ha sido mezclar el bien con el mal para alejarnos de Dios. El mundo se ha vuelto el mundo del «sí y no», del rechazo y del consentimiento. Es el mundo de la mentira, pero la Biblia dice: “Que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5:12).